martes, 9 de septiembre de 2014

Entrevista al médico sanitarita Efrain Benzaquen por Miradas al Sur (primera parte)

Nota de Miradas al Sur a Efrain Benzaquen

El pasado 24 de agosto, desde Miradas al Sur me realizaron una entrevista sobre la salud pública en nuestro país especialmente centrada en el rol del gran Ramón Carrillo. Comparto la primera parte de la nota. La entrevista completa, realizada por Victor Ramos, pueden leerla acá. Agradezco a otros sitios que también se interesaron por la nota y la publicaron.

Efrain Benzaquen: “La historia de Ramón Carrillo es la de un héroe y un mártir”

Efraín Benzaquen es médico de la UBA desde 2003. Es especialista en medicina del trabajo y cursó una Maestría en Salud Pública. Fue director de Prestaciones Médicas del PAMI Capital durante el gobierno de Néstor Kirchner. Fue secretario de Extensión Universitaria y secretario general de la Facultad de Medicina de la UBA. En un reportaje concedido a Claves de la Historia, el médico sanitarista Efraín Benzaquen nos cuenta cómo se inició la salud pública en la Argentina, el importante rol del Dr. Ramón Carrillo, de los trabajadores organizados en la creación y consolidación de las obras sociales, en qué nos parecemos y en qué nos diferenciamos de los países hermanos de la Patria Grande y cuáles son, a su entender, los desafíos que hoy tenemos por delante. Benzaquen fue profesor titular interino de sanitarismo en la carrera de Fonoaudiología y actualmente es jefe de Trabajos Prácticos del Departamento Salud Pública de la mencionada universidad. Este médico santafesino de 40 años ha sido presidente del Centro de Estudiantes de Medicina de la UBA durante el año 1999 y desde entonces trabaja en salud preventiva en las villas más humildes de la Ciudad de Buenos Aires.

¿Cómo comenzó a organizarse la salud publica en nuestro país?

Efrain Benzaquen: Quizás el primer hecho que implicó un esfuerzo conjunto de la sociedad y el Estado para abordar un problema de salud en nuestro territorio, por entonces virreinato, fue en 1805 cuando se comenzó la primera campaña de vacunación antivariólica. Por un lado se dice que un tal Antonio Machado Carvalho llegó desde Río de Janeiro hasta Montevideo acompañado por algunas mujeres negras a las que había vacunado. Desde allí habría enviado al virrey los elementos necesarios para comenzar a inmunizar a la población y que posteriormente se trasladaría a Buenos Aires trayendo un niño negro en el cual la vacuna había prendido exitosamente. Otros sostienen que fue Miguel O’Gorman quien administró las primeras dosis de la vacuna trayendo de Francia al Dr. Francisco Balmis acompañado de vacas inoculadas con la enfermedad, con las cuales se preparaba el suero que se inyectaba a los pacientes. De todas formas está claro que O’Gorman, quien fuera el primer director oficial del Protomedicato, fue el encargado de poner en marcha los mecanismos para la replicación de la vacuna.

¿Por qué considera este hecho como el fundacional de la salud pública argentina?

E.B: -La viruela causaba estragos en la población americana. Distintas estimaciones afirman que entre un 50 y un 90% de los habitantes originarios fallecieron por esta enfermedad. Siempre es difícil elegir un punto de comienzo en la historia, esta campaña involucraba al Estado y a la sociedad civil en su conjunto para realizar tareas de prevención específica de una enfermedad y lograron una fortísima disminución de la mortalidad por esta causa. Además no eran acciones referidas a la curación de una persona sino que se planteaba ir a buscar a las personas sanas para que conserven su salud. Todo esto, sumado al impacto realmente positivo que fue teniendo la vacunación hasta llegar a la erradicación mundial de la viruela, lo convierten sin dudas en un hecho importantísimo que bien podríamos tomar como fundacional. No quisiera dejar de mencionar la gran labor desarrollada por el deán Saturnino Segurola, quien es reconocido por ser el principal promotor de la inmunización antivariólica y a quien se le atribuye un simpático verso que nos cuenta de sus valores y objetivos: “(...) porque la inoculación/ produce palpablemente/ un beneficio a la gente/ y un aumento a la Nación./ Al pobre infeliz, al rico,/ al plebeyo, al ciudadano,/ al gaucho, al artesano,/ el mismo virus aplico:/ para mí ninguno es chico,/ a todos estimo y quiero,/ no pospongo ni prefiero/ a Julia por Enriqueta/ y, en fin, pongo la lanceta/ en el que llega primero.” Es importante citarlo porque en él se encierran los valores señeros del pensamiento sanitarista, basados en la búsqueda del bien común, sin fines de lucro y en beneficio de la Nación en su conjunto.



Mencionó a médicos provenientes de Europa, podría contarnos cómo se empezaron formar los profesionales de la salud en nuestro país

Efraín Benzaquen: Existía desde 1777 un Protomedicato sin aprobación real que comienza a ordenar muchas cosas. Entre ellas, el reconocimiento de títulos y las pruebas de competencia que debían rendir quienes pretendían ejercer lo que se denominaba el arte de curar. En 1780, se oficializa el Protomedicato y recién en 1801 se crea en su seno la primera escuela de medicina de Buenos Aires, que pasa a funcionar en su sede del barrio de San Telmo. Ese mismo año comenzaron sus estudios quince aspirantes, entre los que se destaca el nombre de Francisco Cosme Argerich, quien sirviera como médico durante las Invasiones Inglesas ya que su graduación en justamente en 1806. Este médico sería luego profesor, cuando la citada escuela se convierta en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires en 1821. Es interesante destacar que el número de inscriptos en los años siguientes fue muy bajo e incluso en 1807 no hubo quien ingresara a la carrera, ya que los nuevos graduados tenían obligación de servir en el ejército, y esto no resultaba atractivo para los jóvenes de las clases acomodadas que podían acceder a la educación. Por otra parte, la primera Escuela de Enfermería fue creada en 1886 por Cecilia Grierson, mientras era estudiante de medicina, en la Casa de Aislamiento (actual Hospital Muñiz). En el contexto de una epidemia de cólera, Grierson considera necesario formar auxiliares de los médicos y comienza con la empresa, que recién será reconocida oficialmente en 1891 cuando es transformada en Escuela Municipal de Enfermería. Asimismo en 1890 había fundado la Escuela de Enfermería del Hospital Británico, poco tiempo después de convertirse en la primera médica argentina en 1889.

¿Cómo fue la epidemia de cólera y que medidas se tomaron?

E.B.: Es una pregunta interesante porque el cólera fue una más de todas las tragedias políticas, económicas y humanas que nos trajo a los latinoamericanos la guerra contra el Paraguay. Aquel lamentable genocidio que algunos preferimos llamar guerra de la triple infamia. Aparentemente un barco procedente del Brasil trajo la temible bacteria en 1867. Primero alcanzó en Paso de la Patria al campamento de los aliados, donde causó casi 4000 muertos. Para mayo ya había llegado a Paso Pocú, donde se encontraba el mariscal Francisco Solano López, quien habría adquirido la enfermedad y según cuentan revirtió su profunda deshidratación comiendo sandía. El cólera se extendió a las ciudades de Rosario, donde causó casi 500 muertos, y a Buenos Aires donde produjo 1653 defunciones. Para fines de ese año y comienzos del siguiente, el brote se había expandido a Entre Ríos, Córdoba, Corrientes, San Juan y Santiago del Estero. A partir de esto se creó el primer sistema de agua corriente y se establecieron políticas de aislamiento de los enfermos. Se fundó el Consejo de Higiene (1869) y se organizó la Junta de Sanidad Nacional. Ese año el presidente y el secretario del Consejo de Higiene, los doctores Luis María Drago y Leopoldo Montes de Oca, formularon una propuesta de Reglamento de Policía Sanitaria Marítima para la República Argentina con el cual se apuntaba a establecer barreras preventivas ante las epidemias. Lamentablemente todas estas medidas fueron más declarativas que reales. Ya por ese entonces la formación y la práctica médica se orientaban más a curar enfermedades que al cuidado de la salud del pueblo sano. Tanto es así que el cólera volvió en 1872 en un barco genovés que fue aceptado en el puerto de Buenos Aires a pesar de haber sufrido 22 muertes durante su travesía. Posteriormente, en 1874, se realizó una conferencia entre Brasil, Uruguay y Argentina para evitar el arribo de epidemias ultramarinas. Y comenzaron a aplicarse algunos de los postulados con más eficiencia pero los resultados no fueron todo lo bueno que se esperaba. De todas formas se estableció una autoridad sanitaria en el puerto que daba patente “limpia” o “sucia” a los barcos y establecía las cuarentenas. A pesar de ello el cólera regresó en 1886 debido a deficiencias del propio sistema y de su aplicación. Para ese entonces la aldea porteña contaba con algunos servicios de agua y cloacas, la Casa de Aislamiento, médicos y estudiantes de medicina y las flamantes estudiantes de enfermería que pudieron contener mejor la situación disminuyendo el número de muertos. Pero la infección se propagó hacia el interior del país donde fue peor que en otras oportunidades. Sólo en Rosario, que por entonces contaba con 50.000 habitantes, se produjeron más de 1000 decesos. Posteriormente hubo un último brote en 1894 y 1895.

Continua en próximo post.

Fuente: Miradas al Sur