miércoles, 3 de diciembre de 2014

#Archivo | "La industria en las facultades"

Sobre las tensiones del saber


El dilema ético sobre el financiamiento de la formación de grado y la investigación en las ciencias de la salud se planteó recientemente con una denuncia pública de la Asociación Americana de Estudiantes de Medicina sobre la influencia de la industria farmacéutica en la Escuela de Medicina de Harvard (EE.UU.), alegando que las universidades abocadas a las ciencias de la salud deben estar dirigidas a cumplir con los objetivos científicos de la medicina académica.

La influencia de la industria –regida por la lógica del mercado y el afán de lucro– no se limita a direccionar las investigaciones, sino que está presente también en las aulas: algunos docentes reciben onerosos subsidios por consultorías privadas a los grandes laboratorios, lo cual incide en la información que brindan u ocultan en sus cátedras sobre los efectos de los medicamentos fabricados por dichos laboratorios.
En los últimos años, hemos asistido a un proceso de mercantilización de la educación superior y la investigación científica que tiene serios riesgos, especialmente para los países con menor desarrollo relativo. Las funciones esenciales de la universidad son la docencia, la investigación y la extensión, esto es, se encargan de crear, preservar y difundir el conocimiento socialmente relevante. Si partimos de la certeza de que el desarrollo del conocimiento y la investigación es la condición necesaria para que los países avancen hacia estados más consolidados de autonomía, debemos comenzar por priorizar las instituciones que se especializan en dar respuesta, no sólo a las demandas de la sociedad, sino también a las necesidades de aquellos sectores más desfavorecidos.

Si acordamos en que es la universidad pública la que se aboca a profundizar las problemáticas socialmente relevantes para alcanzar un desarrollo sostenido con igualdad y libertad, las instituciones universitarias deben mantener su grado de independencia para definir las prioridades de investigación que la comunidad académica, en diálogo con la sociedad en la que está inserta, defina como necesarias.
Son diversos los avances que se han logrado gracias a los descubrimientos neutrales y socialmente comprometidos surgidos del seno de la universidad pública orientada a las ciencias de la salud, de sus claustros, laboratorios y hospitales. Los científicos más prestigiosos de nuestro país han sido formados en sus aulas y albergan el mayor volumen de investigaciones independientes (básicas y clínicas) no financiadas por la industria farmacéutica.

La fuerte tradición en investigación propia, la pluralidad y el compromiso social de los docentes y el conocimiento como capital social que existen en los hospitales universitarios protegen a esas instituciones de eventuales influencias corporativas, así como ofrecen a los futuros graduados una visión más independiente y libre de presiones financieras sobre los resultados de las investigaciones publicadas en el mundo.

Mantener esta usina de formación en el pensamiento crítico independiente y proteger a la sociedad de que los futuros médicos sean modelados de acuerdo con los intereses de las compañías farmacéuticas o de los actores del mercado de servicios diagnósticos, exige garantizar presupuestos adecuados para que las universidades no recurran al financiamiento privado y puedan sostener dignamente su autonomía e independencia intelectual al servicio de la sociedad toda.
Por María Eugenia Rovetto- especialista en educación superior (UNR) y Efraín Benzaquen -médico y docente de Medicina (UBA).

Fuente: Página 12